miércoles, 20 de febrero de 2013

DE CASTA LE VIENE AL BORBÓN…

Historias e historietas de los días de Yago Valtrueno


De mosquito p'arriba, todo es cacería, dicen los caraqueños cuando salen a pillar cacho. ¡Qué lema tan apropiado para la rama española de los Borbón! Y no es chiste…
Yago Valtrueno, protagonista de El viento de mis velas, nació con el tercero de ellos, Fernando VI, y creció con el siguiente, Carlos III. Fernando heredó de su padre, Felipe V, sus neurosis maniacodepresivas: en el desayuno, jolgorio, y en el almuerzo, velorio. Para aliviar los altibajos heredados de sus antepasados, el buen rey Carlos decidió entretenerse a todo entretener. Así que se concentró en adecentar su capital -Madrid-, en exprimir sus colonias hasta dejarlas más secas que la mojama y, por encima de todo, en cazar todos los días del año -por la mañana y por la tarde- salvo el Viernes Santo. Y no elefantes africanos, ni osos cosacos, ni zorras alemanas, sino piezas menores; y, entre ellas, más liebres que conejos. Hay que reconocerle que, para ser un Borbón, no fue nada sátiro.
De su manía cazadora da fe el cuadro de Goya que ilustra esta entrada. Llama la atención que vista una chupa rústica por debajo de la casaca de gala y de la banda de raso. Pero así cazaba el hombre, como si en vez de ir a la Casa de Campo fuese al Salón de Embajadores del Buen Retiro. Y es que al rey Carlos le ponían las liebres como a Felipe II las bolas de billar y a Franco los salmones: a huevo. Más que la caza, lo suyo era el pim pam pum.


Tal era su afición cinegética, que no le pesó estar ausente en una ocasión de cuerpo presente. El 10 de abril de 1771 el infante Javier murió de viruela: Bien -dijo el rey, su padre-, ya que nada puede hacerse, debemos llevarlo con resignación. Y, con las mismas, salió a matar madres de Bambi y camadas de Tamborcitos. Y eso que era piadoso, un auténtico chupacirios.
Cuando, ciento sesenta y siete años más tarde, María de las Mercedes de Borbón-Dos Sicilias sufría los dolores del parto del futuro Juan Carlos I, el padre estaba fuera. El Conde de Barcelona no salió a comprar habanos, sino a matar fieras en un safari. No se le puede culpar: el crío se adelantó, nació sietemesino. Pudo ser peor. Y lo fue: mientras aquel Borbón, heredero sin trono, pegaba tiros en la sabana, españoles de los dos lados se mataban a tiros en la batalla de Teruel. Franco ganó y los Borbones, saltándose uno, recuperaron la corona.

lunes, 18 de febrero de 2013

DOS MESES DE MUCHAS GRACIAS

Historias e historietas de los tiempos de Yago Valtrueno


Hace dos meses presentamos en La Rectoral de Cines mi primera novela editada. Y digo editada porque no es la primera que he parido: hay otra, a la que eché del nido para que se hiciera mayor por el mundo adelante. Espero que vuelva a casa por Navidad (o un poco antes) y no con un turrón debajo del brazo, sino con un contrato editorial.
No creíamos que El viento de mis velas. Peripecias de un empedernido bebedor de café en el Reino de Galicia (me comentan que el subtítulo les gusta a los libreros tanto como el título) fuera a ser un éxito de ventas y que copáramos los titulares. No son tiempos de alegrías para el bolsillo -y la novela tendrá sus defectos, pero alegre es-, ni de que los medios se fíen de lo que no es género garantizado. Y, la verdad, resulta que teníamos más razón que un santo al no esperarlo. Pero aún así, no hay queja y aún guardamos algunas balas en la recámara, como ese magnífico twitter de Paula Vázquez, haciéndonos promoción y alegrándose por un antiguo compañero de trabajo y de bachatas en los peores antros de Samaná, entre tigres sin rayas a los que les asomaban las cachas de las pistolas por la cintura del pantalón. Primera edición de La Isla de los Famosos.
Por cierto, hablo en plural, pero no mayestático, como el del Papa o el rey. Es que en esta peripecia somos dos: el que suscribe y su editor, José Luis Saavedra, al que le sobra entusiasmo como para hinchar muchas velas. Pero hablo también, cómo no, de todos los que, de un modo u otro, nos habéis ayudado. Y ese es el motivo de esta entrada: dar las gracias.
Gracias a todos mis compañeros de profesión -algunos de ellos amigos-, que me animaron como si, al tomar mi decisión, una parte de su alma se viniera conmigo en esta aventura; gracias a mi hermana Luz y a Cristina, mi pareja (hay que ser una santa o tener unos ovarios colosales para aguantar a un novelista); gracias a un puñado de bares y restaurantes de Coruña, que fueron oasis en los desiertos literarios y fuente de inspiración; gracias a los que opinasteis, porque fuisteis como brújulas (en especial a José Luis Castro de Paz, todo un descubrimiento); a los que organizasteis la presentación (¡bravo, María!) y a los que acudisteis a nuestra llamada (y a los que no, también); gracias a las librerías que nos hicieron un hueco; a los que habéis leído el libro y a los que lo habéis dejado para cuando tengáis más tiempo. Y a mi agente, Ana, que sigue en la brecha a pesar del tremendo palo del ERE de Telemadrid. A mis padres poco más puedo decirles, ya tienen dedicatoria impresa.
En fin, gracias a todos los que habéis tenido algo que ver en estos dos meses tan excitantes.
Muchos besos y abrazos, repartidlos a discreción. En la próxima entrada, hablaremos del Gobierno;del de los tiempos de Yago, claro, que eran los del cuarto Borbón...

lunes, 4 de febrero de 2013

QUE UN VIENTO BUENO HINCHE NUESTRAS VELAS

Historias e historietas de los días de Yago Valtrueno


Con un novedoso viento en mis velas, zarpo anclas para surcar estas páginas electrónicas. Será como un cuadernillo en B gracias al que conoceréis cosas que Yago Valtrueno y sus compinches callaron en sus memorias, las mismas que dieron forma a mi primera novela publicada: El viento de mis velas. Peripecias de un empedernido bebedor de café en el Reino de Galicia. Os contaré anécdotas e historias del tiempo que les tocó vivir. Y confirmaréis, tan sorprendidos como yo, que trescientos años no son nada...