Clamar
contra el e-book hoy es como clamar contra la imprenta hace 600 años
Las selectas opiniones que aún hoy priman los
libros impresos sobre los digitales son un ejemplo de la resistencia al vértigo
de los cambios. Como la de los monjes medievales ante Gutemberg.
Cuando el último de los escribas caldeos
que arañaba signos en tablas de arcilla vio el primer papiro, gritó con horror: "¡Sacrilegio! Los dioses escriben sobre la piel de la
tierra". Y quiso lapidar a aquel turista egipcio que mandaba postales
desde Ur en hojas secas.
Cuando Gutenberg empezó a entintar
tipos, a prensarlos y a vender libros más rápido y a más villanos, los monjes elitistas
de los scriptoria aullaron:
"¡Fin de mundo, fin de mundo! ¡Los siervos de Dios escribimos a
mano!"
Cuando el rumano Petrache Poenaru
inventó la primera estilográfica, allá por 1827, los mostachudos guardianes de
la cultura clamaron: "Holy shit! Shakespeare wrote with swan
feathers!". Y añadieron: "Ese invento de lo más obsceno es propio de
contables". Y Dickens enalteció a los pobres contables. Lean Un cuento de Navidad.
Cuando en 1873, la empresa
norteamericana Remington empezó a producir la primera máquina de escribir con
éxito comercial, los estilógrafos despuntaron, de pura rabia, sus plumines:
"¡Sacrebleau! C'est la merd. ¡Qué falta de estilo (gráfica)!"
Cuando en 1962 Olivetti creó el Programma 101, que luego plagiaría
Hewlett Packard, los mitómanos de la mecanografía sintieron un escalofrío:
"¡Por las teclas de la Underwood de San Ernesto Hemingway! Los callos de
mis yemas son sagrados… ¡Malditos friquis!"
Cuando en 2014, un informático te dice
por facebook, tuiter o guasap que no se baja tu e-book de Amazon porque
"yo soy más de papel", das gracias a lo poco que sabes de la Historia
de la Escritura. Porque si las opiniones del escriba, del monje, del plumilla y
del mecanógrafo, gemelas de las del hipster
contemporáneo, hubieran prevalecido, José Luis Gómez y yo estaríamos
pisando barro y paja en un secarral de Mesopotamia para hacer tablillas de
arcilla. En vez de editar un periódico digital y colaborar en él. ¡Ah! Y en vez
de editar una novela en Amazon…
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